martes, 5 de agosto de 2014

Los efectos del Veneno



Estaba bien,  compartía con alguien que me hacía sentir bien.  Era yo. Era yo y no mi alter ego.  Era esa misma persona que no demuestra cariño ni sentimiento ante nada ni nadie, pero en este caso era diferente. Tan bien, que sentía esa libertad de comentar lo que me inquietaba… empezaba  a sonreír con mayor frecuencia y extrañamente, disfrutaba ser receptora de esa sonrisa espontanea producto de cosas infantiles. Sentía el agrado, era algo sin nombre y sin grandes pretensiones, no era nada más que un “remedio para el alma”.

Casual, no mucho tiempo de por medio pero el suficiente para conocer dónde estaban las raíces y la esencia. El suficiente, para importar. La naturalidad, el factor principal.

“...Venenosa”

Leerlo me hizo sentir un fuerte escalofrió que recorría desde mis dedos hasta mi último rincón. Era tan real y fuerte como que si la palabra con la que me tildaba fuera lo que recorría mi cuerpo. En ese momento, me inundé de tristeza y vergüenza. La impotencia enfriaba mis manos mientras el calor de la sangre se colaba por las mejillas. Mi conciencia era lo único que aun funcionaba, me gritaba “No!” y  me exigía al mismo tiempo aclarar las cosas porque tenía un motivo dentro de ella. 

Medio paralizada y los efectos del susto hacían que con dificultad pudiera entender lo que pasaba. Se sentía el enojo, se sentía el dolor aun cuando habían de por medio kilómetros de distancia. La conciencia no ayudaba, pues es que inicialmente había un plan no ejecutado por completo. La falla se acentuaba, mientras la recepción de la decepción paralizaba la razón. 

¿Daño? o ¿Traición?  No era la una ni la otra…ante sus ojos era la combinación de ambas. Mi preocupación crecía, no era en mí en quien pensaba…no era yo lo que dolía.  Las palabras se hacían fuertes, el sentimiento era evidente, no era yo lo que dolía. El enojo me pintaba como una desconocida, como una agresora como un “alacrán” en sus palabras. El contra ataque, era su único recurso, era su descarga mientras yo, trataba de apagar el fuego con mis disculpas más, no había lugar para tal cosa pues no era yo lo que dolía.  

Entonces viene ese maldito momento: el silencio acompañado de la indiferencia. La conciencia regalaba un “te lo dije”. El vacío en el alma pesaba más con el paso de los minutos y la entrega de palabras lanzadas al vacío. Lo mejor era dejarlo allí, lo mejor era no insistir pues es que no era yo lo que dolía.

Respiré. Apenas sentía el aire porque de repente todo dio vuelta, no sentía nada por mí, no era yo lo que dolía. El egoísmo se hace presente e insistía en aclarar…pues es que me importaba, no me era indiferente. No era yo lo que quería aclarar, no era yo a quien quería sanar. 

Demasiado tarde, fumigó su espacio dejándome fuera, era ese alacrán el que no quería cerca y se sentía como una punzada en el estómago…no era yo lo que dolía. Los minutos siguen pasando acrecentando la brecha y soportándola por muros bañados de daño y traición. 

Talvez tenía razon, talvez el malentendido se dió a tiempo haciendole notar que aún estaba a tiempo de escapar, talvez era tan venenosa como me describía y solo yo no lo veía, talvez su error fue acercarse, talvez este error pudiese servir de lección, talvez el mensaje sea acabar con la ingenuidad que es parte de esta esencia.

...No era yo lo que dolía.

2 comentarios:

  1. Imposible caerle bien a todo el mundo. Además, ¿para qué? En las redes sociales y blogs siempre intento acercarme a quien sospecho que por lo menos no le caigo mal. Y si es de "chingar" a alguien que yo crea que no pensará mal o se ofenderá por tomárselo muy en serio. Igual algunas veces se falla.

    Y pues es como con todo, hay que intentar aplicarse uno su mismo consejo y tomárselo todo más al suave.

    Saludos,

    ResponderEliminar