Parado en el abismo del dolor, el guerrero se arma
de fuerza para inflar el pecho y burlarse de sus circunstancias mientras sus
ansias se comen el reloj.
Maldita ironía de la vida que lo convirtió en esclavo y amante de un inframundo
ambivalente de luz y obscuridad.
Envuelto en misterio y fascinación, enfrenta cada minuto pruebas de silencio
abstracto y ensordecedor. El equilibrio mental, su espada contra la
incertidumbre y la soledad que por momentos lo hacen tambalear, lo hacen temer.
Su sueño es vencer a quien lo está venciendo, su sueño se llama
libertad. Una liberación a éso que lo mantiene sobrio, una liberación a éso que
lo mantiene parco.
Quien sabe cuántas batallas, quien sabe cuántas
heridas pero sus ojos seguirán brillando en espera de la nada.