martes, 18 de marzo de 2014

El escenario

…Un silencio que apaga el bullicio del mundo y no deja escuchar más. El reloj sigue corriendo pero los segundos son eternos y se siente el momento escurrir como cera caliente y entonces sucede…las ondas de sonido por fin rompen la burbuja silenciosa y se oye el llamado más esperado, el llamado de la victoria. Llegado el momento de reaccionar, el cerebro juega un cuento que por segundos hace pensar que esa gloria solo es parte de la imaginación y de esa sed insaciable de ponerle un sentimiento real a lo que todos llaman “triunfo”. Entonces, vuelve a parpadear y nota que miles de miradas le traspasan la piel haciéndolo sentir liviano, sin cargas y animándole a culminar ese momento esperado: subir al escenario de la vida. 

Al ponerse de pie, el camino se alarga y se angosta como el de una caricatura. Al mismo tiempo, una alfombra color rojo encendido, se dibuja delante de los pies. La grandeza del momento es absorbida por las extremidades haciéndolas tan pesadas como las de un elefante pero lo suficientemente ligeras para poder flotar y acariciar la llegada de ese momento. 

Al terminarse el camino, con la punta del pie se puede saborear la gloria de pisar por primera vez el escenario. El primer paso es meticuloso, silencioso y suave para deshacer el miedo de caer en el abismo y asegurar la segunda pisada que viene firme detrás de él y así paso a paso comerse el camino hasta llegar al centro del lugar. Hay un regodeo, el viento repentinamente sopla y va besándole el rostro mientras una luz sale de la nada y le da un brillo especial a la piel que hace que el resto de la audiencia se sienta intimidada. Entonces, llega el momento los brazos se extienden suavemente transmitiendo y recibiendo las emociones del ambiente mientras los músculos de la cara se mantienen tensos y firmes regalando la sonrisa más perfecta y genuina del momento. La mirada se eleva y los ojos mantienen un brillo especial hasta que cruzan su camino con la figura menos pensada. Automáticamente, los parpados se cierran como persianas pesadas esperando a que cuando abran nuevamente el espejismo que empieza a opacar el momento desaparezca. En el proceso, el tiempo se vuelve a detener, los segundos se vuelven a derretir mientras el corazón se encoje y la razón discute intensamente con el lado emocional hasta que la luz penetra nuevamente sobre la córnea de sus ojos, reproduciendo la imagen que tiene al frente. El momento se empieza a aclarar mandando una alerta al cerebro y confirmando la situación: el temor de la noche era real, estaba presenciando el momento y llegaba como la figura antagónica de la noche. 

Las manos le empiezan a sudar, una profunda exhalación deja caer el pecho y con él un ocaso que inunda la sala mientras ambas figuras se observan fijamente. El rostro de felicidad se vuelve una máscara pesada que cubre la preocupación y mientras pasan los segundos va descascarándose dejando en evidencia el verdadero rostro del protagonista. La respiración empieza a agitarse mientras la audiencia espera impaciente por el siguiente movimiento. El tiempo vuelve a hacer otra jugada, se detiene congelando el cuadro y el sonido hasta que un espectador es golpeado por la tensión del lugar e interpreta la mirada de aquel que sufría en el escenario en silencio. Era cuestión de segundos antes que el resto de espectadores respiraran el mismo aire y notaran lo que estaba pasando. 

 El frio corría por las venas del protagonista, sus palabras habían sido robadas con el aliento de la figura ubicada al lado opuesto y sentía como cada una de las miradas del lugar se clavaba en sus ojos provocándole un dolor interno agudo que provocaba que sus ojos se humedecieran y exprimiendo su corazón dejándolo casi sin vida. La oscuridad se apodera del lugar y la única luz que el protagonista logra ver, es la que emana la mirada de su adversario. No sabía si alguien más podía verlo, solo sabía que mientras el tiempo transcurría, su alma se desvanecía y con ella…el brillo de sus ojos. 

 Los espectadores de la vida presenciaban el momento observando la mirada congelada de quien se encontraba en ese momento en el escenario, en el ambiente se respiraba escepticismo e incredulidad que desintegraba los sueños del sujeto. Él nunca había estado frente al antagónico de esa noche. Ni siquiera podía ver claramente su rostro pero sabía exactamente quién era, sabía exactamente qué era lo que quería y no iba a retirarse hasta llevarse con él al protagonista de la noche.

1 comentario:

  1. Te faltan opciones, aunque no se ve bien, la última tampoco, jajaja Reacciones

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