Con una mirada
perdida, el silencio creado en la cabeza se rompió. De repente miles de ojos
clavados fijamente hacia quien en ese momento, servía de bufón. Momento surreal
donde las risas dejan de ser risas y las caras se alargan para dibujar la
maldad en la cara de los asistentes.
Maldita sensación
que sube a la cara y la hace sentirse caliente. Inevitablemente, sonroja las
mejillas quedando expuesto y vulnerable ante el podio y los espectadores
hambrientos de humillación. ¡Que empiece la función!
El maestro de ceremonias,
dirige la función. Es como esa sensación que se siente mientras se camina
desnudo por la calle durante el sueño, angustia que crea una nube de vergüenza por
algo que no debe de ser.
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